miércoles, 22 de enero de 2014

Xiaonanmen, lo que fue Shanghai

22 de Enero de2014

   Siempre había deseado venir a Asia. No es ningún secreto que Japón es y será siempre mi prioridad y debilidad pero tenía muchísimas ganas de pisar el gigante asiático y andar por estas calles que se suponen tan diferentes a las que conozco.  Quería venir a China y poder vivir esta experiencia de primera mano, y en cuanto tuve la oportunidad no lo dudé y me embarqué en esta aventura de la que a veces me sorprendo tratando de asimilarla.

Contrastes en la ciudad
   
 De China conozco poco, he de ser sincero, aparte de Beijing, Shanghai, Hangzhou o Xi’An realmente estaba muy verde en cuanto a este gran país, pero eso no me detuvo. Desoyendo los consejos de mi buen amigo Flapy, vine a parar a Shanghai, la ciudad más internacional de china y además la que más ha avanzado en cosa de 20 años y todo de golpe, tanto que a veces las personas mayores se hallan perdidas porque no reconocen su propia ciudad.



Mercado en Xiaonanmen

   En un principio Shanghai me escamaba, porque vale que mucho edificio lujoso, mucha modernida, pero, ¿dónde quedaba el verdadero Shanghai? ¿Dónde esas calles en las que puedes mirar al cielo? ¿Dónde los niños jugando? Pues yo lo encontré, con la ayuda de dos amigos y por una equivocación intentando buscar un mercado navideño que estaba vete a saber tú donde.

   Supuestamente el mercado estaba en algo así llamado “Cool Docks”, a lo que Google Maps nos mandó por allí cerca de la playa que hay en la parte baja del Bund, uséase, donde el agua del río está hasta limpia. Pero para llegar hasta donde nos marcaba nuestro querido Maps pasamos por una zona por la que jamás pisó laowai antes, o eso parecía por la forma en la que nos miraba la gente. Si estáis interesados en visitar la pintoresca área sólo tenéis que coger la Línea 9 hasta Xiaonanmen y de allí andar un poco y estaréis dentro de lo que puede ser lo más parecido al Shanghai antiguo o al más real.


A mi espalda estaban unos apartamentos de lujo
   Esta es una zona con casas antiguas, medio derruidas, sin tejados incluso, pero que aún tiene vida y aguanta los envites del tiempo, puesto que aquel domingo por la tarde de antes de Navidad que nos adentramos por sus calles era un barrio de lo más concurrido. Al otro lado de la calle, justo cruzando la acera se levantan edificios de lujo, enormes los mires por donde los mires, pero tienen una contra: están vacíos.

Pintoresco a más no poder
   
   El barrio de Xiaonanmen acabará sirviendo de cimientos para los nuevos hermanos para estas moles de hormigón, puesto que el barrio entra dentro de los proyectos de Shanghai para seguir modernizándose y este barrio de pequeñas y viejas casitas es una piedra en la carrera que Shanghai lleva consigo misma.
    
La mayoría de la gente nos miraba extrañados, porque imagino que pocos extranjeros aparecerán por allí, pero ellos iban a lo suyo, por supuesto.  Aparte de las omnipresentes motos eléctricas de Shanghai pudimos disfrutar de lo que podría llamarse parte del Shanghai antiguo, donde las tiendas están a pie de calle, las puertas de las casas se dejan de par en par, la gente come en una mesita de madera en la acera, las lavadoras en la calle…


¿Quién dijo frío?

   A pesar de la aparente pobreza del barrio existían algunas casas que por un lado decías “¿A que soplo y se cae?”,  pero que cuando pasabas de largo veías que tenían un garajito con su cochazo limpísimo. Cosas sin explicación, y que sólo suceden en China. Amén de los pollos colgados en las ventanas, las gallinas en la calle que servirían luego para la cena, los perretes  atados a un poste, los niños siguiéndonos por todos sitios, los vecinos asfaltando la calle, etc. Anécdotas que hicieron que la búsqueda del mercado navideño inexistente y el frescazo que hizo aquél Domingo de Diciembre merecieran la pena.



El coche que no falte¿eh?

   Al final llegamos a Cool Docks, pero allí no había nada, porque el mercado estaba en EAST DOCKS (¡gracias Nate por la desinformación!), así que echamos un vistazo a la playa de pega de Shanghai, algunas fotos al famoso skyline de Shanghai desde otro ángulo y nos dispusimos a desandar lo andado, pero esta vez por otro camino, menos "pintoresco" y de donde salió una de mis fotos favoritas de aquella tarde. El letrero de Family Mart fue el que nos sacó del ensueño de estar viviendo en una época que no era la nuestra, y que nos invitaba a la realidad, esa que va siempre va corriendo y que no se detiene ni para atarse los cordones.


Shanghai 2013

  Son este tipo de barrios, de imágenes las que me gusta capturar, no la de los altos rascacielos que toda la gente ve. Yo busco la China oculta de Shanghai, la de verdad, la que se perdió entre cristales y altas grúas de construcción, la que mucha gente detesta porque esta sucia, porque no es la de manual. No es tan dificil encontrarla, pero si es fácil pasarla por alto. Esta es la China que deseo conocer.



Si queréis ver más fotos de esta tarde tan curiosa podéis echarle un vistazo a mi Flickr

lunes, 20 de enero de 2014

El portero

   Aquí en Shanghai vivo en un conjunto de 3 bloques, siendo el mío el número 2. Para acceder a casa sólo hay una entrada, o por lo menos yo sólo conozco una, porque no he explorado más allá de mi bloque, pero dudo que haya mucho más allá del Bloque 3.

   En la entrada que menciono existe una casetilla donde suele estar el guarda que en realidad son 4 guardas que no sé si son aparcacoches, malas pulgas profesionals. Eso serán los otros tres, porque del que vengo a hablar es del que suele estar a eso de las 7-8 de la tarde, que más o menos es cuando suelo llegar a casa. Puede que haya tenido un mal día, puede que venga cansado, serio o como sea, pero este hombre siempre me arranca una sonrisa con su "¡HOLA QUE TALA!",que ya me viene sonando a ostiazo para reanimarme un poco.

   Muchas veces está metido en la garita para resguardarse del frío pero basta que yo pase que le falta el tiempo para abrir la ventana y sacar medio cuerpo para gritarme su frase en español, porque según me hizo entender un día vivió durante 8 años en España, pero no aprendió nada, pero que dice que de eso hace mucho.

   Un día como cualquier otro le saludé en plan militar, y el de pronto se puso firme y se cuadro para saludarme. Acto seguido trató de explicarme, con la mejor mímica y la mejor representación de una batalla naval, efectos de sonido incluidos, con sus explosiones también, que el había estado en la armada naval o como el decía la Navy, y que eso no era para él, que a el le iba más viajar. Lo que se puede entender sólo con mímica es inceríble.

   A menudo, entre semana siempre, se acuerda de que voy a pasar y me lo veo que ha sacado su silla de oficina destarlada, a la que de las 6 ruedas que debería de tener le quedan dos y media, para esperarme con su bloc de notas y su boli masticado, listo para que le diga alguna palabra nueva. La apunta y me la enseña a ver si la ha escrito bien, para luego hacermela repetir mil veces hasta que a duras penas el es capaz de seguirme y hacerlo por sí mismo. Sólo con eso me troncho de risa, al ver cómo él lo intenta y ver la cara de satisfacción cuando se pone las manos en la cintura y le suelta lo que le he enseñado al primero que pasa por la calle, con la consecuente cara de susto del que pasa, que pobrecico mío dirá que a buenas horas se juntaron el guarda y el laowai.

   Por su parte, él a veces trata de enseñarme alguna palabra pero acaba por desistir porque el me dice que "spanish, spanish", negando con la cabeza, pero es que a mi me resulta muy difícil entender su chino, porque o habla muy cerrado o yo soy demasiado negado, y creo que es una mezcla de ambas. Pero ahí está el tío, que ya pasa del "Hola que tala" al "Muy bien" y porque se le olvidan las demás cosas, que si no me da a mí que subo a casa cerca de las 10 de la noche!

   La verdad es que a pesar de que yo no tengo ni repajolera idea de chino, y él tampoco es capaz de hablar mas que dos palabras en español y una más en inglés nos entendemos a la perfección y es una gran alegría verlo ahí sentado todos los días con su sonrisa amplia y su cuaderno listo para una nueva clase improvisada de 5 minutos del xibanya ren del 17C. A veces si vengo un poco más tarde lo veo un poco aburrido en la garita hasta que lo saludo y vuelta a empezar.Y que siga así



jueves, 2 de enero de 2014

Nochevieja en Shanghai



 Este año me ha tocado vivir la Nochevieja y Año Nuevo en Shanghai, y por supuesto que ha sido diferente, pero fue noche extraña y rara como pocas. Paso a relatar aquí los sucesos acontecidos en esta noche tan particular del año.

   Empezamos por la mañana que llego tarde al trabajo puesto que, cabecita la mía, se me olvida la tarjeta del metro en casa y tengo que volver a por ella, perdiendo 10 minutos entre la ida y la vuelta. Tras eso y siendo un día bastante pesado, salgo antes del trabajo para ir a Jing’An Temple, donde había quedado con mi amigo Curtis y su colega Paul, que venían desde Kunshan para celebrar el año nuevo con nosotros.

   Pasamos por mi casa para cambiarme porque ya a las 18.30 habíamos quedado con Gabi para cenar. Locura en el metro, la gente saltando unos encima de otros para meterse en el metro pero por fin llegamos a People’s Square. De allí “intentamos” movernos hasta el Saizeriya de Nanjing Road y digo intentamos porque jamás había visto esa calle tan abarrotada. Increíble, es que daba miedo, sólo se veía una marea de cabezas miraras hacia donde miraras. Llegamos al restaurante en cuestión y obviamente era imposible comer allí, porque era día 31, la hora de la cena, al día siguiente era festivo y lo más importante, había una cola de 2 horas y media. Así que con todo el dolor de mi corazón acabamos cenando en McDonalds. Sí, la cena de Fin de Año ha sido en un McDonalds, pero es que eso era una auténtica odisea.

   Estuvimos esperando a mi compi de piso para que cenara allí y ya reunirnos con ellos. Tardaron mucho por toda la gente que había y cuando todos nos fuimos cada uno cogió para un sitio. Mientras me despedía de mi amigo le dí el móvil a Gabi para que llamara a otro amigo más, y la perdí de vista 5 segundos y ya no la volví a encontrar. Me encontraba en la que creo que esa noche era la calle más transitada del mundo, sin móvil y sin manera de encontrar a mis amigos. Me fuí hasta el principio de Nanjing Road, a donde se suponía que nos dirigíamos y al intentar acceder al paso subterráneo que conecta con People’s Square me encontré con algo que sólo con este vídeo es entendible.


 


   Lo único que se me ocurrió fue pedirle a una pareja que había al lado mía que si me dejaba llamar a mis amigos. No sé si fue mi cara de perdido o mi increíble manera de comunicarme en chino señalando mi móvil y diciéndole péngyou (amigo), pero el muchacho me dejó llamar a mis amigos, que no sabían ni donde estaban. Luego de esperarlos un rato tuve que llamar de nuevo, menos mal que encontré otros chicos, estos europeos que me volvieron a dejar el móvil (menos mal que me sé mi número) y quedé con ellos en un sitio concreto para recuperar mi móvil

Nos fuimos caminando hasta el Bund para ver los fuegos artificiales. Calles abarrotadas, la gente andando y algunos corriendo por la carretera, digno de verse. Me vais a tener que perdonar pero es que esa noche mi móvil normal estaba sin batería y la cámara no la llevé, así que solo tengo 2 o 3 fotos. Llegados al bund, donde todo estaba colapsado, el ejército por todos lados para evitar cualquier percance, lo que daba un toque un poco siniestro a la celebración, pero todo sea dicho y sin faltar al respeto, el ejército chino parece de chiste. Aparte de las diferentes alturas, los soldados no sabían formar, se tropezaban unos con otros, no se mantenían en sus puestos... En lugar de un ejército parecía que habían cogido a unos cuantos y les habían puesto uniforme. Un poco extraño todo.




Estando allí, un colega de los que venía con nosotros necesitaba ir al servicio urgentemente, así que yo, como también tenía que ir, me decidí a acompañarle. Craso error. Hete aquí mi segunda temporada de LOST. Nos pusimos a buscar McDonalds, KFC, Burger King, o cualquier bar o callejuela para ir al servicio pero nada. Nuestros amigos nos llamaron y dijeron que había un servicio cerca de donde estabamos antes, así que a desandar lo andado que no era poco. La gente empezó a correr, porque al parecer estaban cerrando las calles y nosotros seguimos el nuevo lema de “¡Si corre el chino voy yo detrás! Llegamos donde supuestamente estaban nuestros amigos y resultaba que se habían cambiado de lugar. Habían subido al paseo donde estaba todo el mundo y allá que fuimos nosotros.

Eran las 11.20 y dijimos, “Tenemos tiempo”. Subimos al paseo, sin poder llamarlos porque las líneas estaban inoperativas, tratando de buscarlos, entre la marabunta de gente. Llamábamos cuando podíamos a Renny, y nos movíamos de aquí para allá sin resultado alguno. Eran las 11:40 y nos empezamos a poner nerviosos. Volvíamos a llamar pero ellos o por pereza o por imposibilidad no salían a buscarnos, y cada vez más gente en el paseo. 11.48 y ni rastro de nuestros amigos, sin poder llamarlos, así que decidimos situarnos en un lugar estratégico y un poco peligroso para ver los dichosos fuegos, mientras decíamos, “Tío, esta será una historia para contar a tus nietos, de cómo viviste un fin de año en Shanghai con alguien que acababas de conocer esa misma noche mientras andabas perdido”

La mejor parte vino con los fuegos artificiales. No por los fuegos, que no estuvieron mal, sino por la marea de pantallas de móviles, tablets, phablets e incluso de ORDENADORES. Sí señores, ordenadores. Esta gente no vive el momento, prefiere capturarlo. Y yo, como buen nuevo chino, quise capturar ese momento, porque por mucho que lo explique, sólo con esa imagen se entendería. En el cielo los fuegos. En el paseo sólo pantallas relucientes. Sólo en China.

Tras todo este periplo conseguimos quedar con nuestros amigos y fuimos al Muse 1, cerca del Bund, donde tuvimos algún problema con unos estúpidos franceses que decían que había que ser duro en Shanghai para sobrevivir, pero bien que los mandaron al carajo los de seguridad. El resto de la noche fue pegando botes, evitando chinos borrachos y pasándolo bien. Lo que quedó fue intentar volver a casa andando, porque los taxis pedían unos 150 yuanes, sin importar la dirección, por lo que esperamos un poco hasta que abrió el metro y nos fuimos a casa, demasiado cansados para cualquier cosa. 

Como resumen de la noche, está comprobado que siempre hay aventuras allá donde no te lo esperas y como consejo diré: ¡NUNCA SUELTES TU MÓVIL EN CHINA!

¡Feliz Año a todos y nos leemos en breve!