jueves, 10 de julio de 2014

Un paso más: Beijing

   Creo que aunque lo intentara no tendría una vida "tranquila" o lo que venimos tildando de normal, sin apenas sobresaltos, con una rutina más o menos definida...Parece ser que eso no va conmigo, con mi vida actual y tampoco quiero que lo sea, o al menos no por ahora.

   Esta historia comienza tras mi regreso de Hong Kong, donde mi pasión por nuevos horizontes volvió a despertar, puesto que se hallaba sumida en un letargo por el día a día de Shanghai. Últimamente las semanas se me hacían eternas, los días y a veces incluso las horas. Por eso decidí que mi tiempo en Shanghai estaba tocando a su fin. Necesitaba algo nuevo, distinto, que me volviera a motivar. La solución: Beijing.

En un planeta extraño
   Llevaba varias semanas hablando con mi amigo Sami, con quien trabajé brevemente en la empresa de traducción, y que se volvió a Beijing, porque según él, no soportaba la frialdad de Shanghai. El tenía contactos que me ofrecían un puesto de profe en una guardería para enseñar inglés, con un sueldo bueno, visa y además con alojamiento. Así que me cogí un tren un Martes por la mañana y me planté allí donde dicen que es la capital china para intentar dar un pasito más en mi aventura.

   Hete aquí que no todo es oro y por un fallo de la agencia, la entrevista se fué totalmente al garete y había que esperar a otra escuela. Sami me decía que me quedara ya en Beijing, pero yo sólo llevaba unos pantalones, camisetas y ropa interior para 3 días, así que el Viernes me cogí el tren de vuelta, otras 5 horitas con un dolor de cabeza muy ameno, para empacar los bártulos, despedirme de mi gente y empezar de 0 en una ciudad nueva.

La Plaza de Tiananmen

   Dí mis últimas clases en Shanghai, me despedí de mis alumnos, cené con mis amigos en Pika Pika y luego tuvimos una despedida un poco movidita, pero bueno, no todo es perfecto en este mundo. Alargué mi estancia un día más para pasar tiempo con quien no había podido: mi linda Nahee y mi hermanito Miguel, que se quedaba abandonado en ese piso que tanto nos ha dado y tantas horas de Breaking Bad y Sherlock hemos echado.

   El lunes por la mañana terminé de empaquetar las cosas y me fui a la estación de tren de Hongqiao para desplazarme por fin a la que iba a ser mi nueva ciudad. Pero como ya he dicho antes, mi vida no es lo que se dice "normal", así que entre mi caraja y los chinos que no hay quien los entienda, cuando fui a comprar el billete en la taquilla me dice la muchacha: "Hoy sólo primera clase, 933 yuanes". Mi cara tuvo que ser de película porque la chavala me pidió hasta perdón.

Así que allí andaba yo, en la estación, con todas mis cosas en una maleta y sin posibilidad de volver al piso, porque no tenía ya las llaves. Así que me puse en contacto con mi amiga Vivian, que vive en Beijing y después de un largo tira y afloja, me compró un billete de avión para Beijing, porque yo tenía una entrevista al día siguiente y ya ni siquiera había trenes. El avión salía en 2 horas y menos mal que la terminal y la estación de tren están conectadas, porque si llega a ser en el aeropuerto de Pudong, me da a mí que no llego.

¡A Beijing!
   Finalmente pude embarcar sin ningún problema, volando por primera vez con Air China, que por cierto, que sosa es la cena que te dan. En el avión conocí a una chica super mona que iba de camino a España, pues estudia en Salamanca. El viaje se me hizo demasiado corto, al igual que me dijo ella, que hubiera preferido que el viaje hubiera sido hasta España. Si es que es pa comérsela. Al llegar me esperaba el bofetazo de calor de bienvenida de Beijing y mi amiga esperándome para recogerme y hospedarme esa noche. El resto de la semana lo pasé en el dormitorio universitario donde está Sami mientras esperaba otras entrevistas.

   Ahora mismo no tengo casa, estoy esperando la respuesta de la última demo class que he hecho, estoy corto de pasta, pero tengo una ciudad nueva por descubrir, gente que conocer y lo mejor de todo, ¡estoy más felíz que una perdiz! Un amigo me dijo una vez, "Si no eres feliz en  tu vida, cambia algo". Y eso que hice, cambié de ciudad, de vida, de todo. Puede que me la pegue, puede que prospere, eso lo descubriré a medida que pase el tiempo. Pero sigo tomando mis decisiones, arriesgándome, lo que me hace inmensamente feliz y me hace sentir vivo. Ahora, sólo se trata de empezar a caminar de nuevo.


Puede...puede que no esté tan mal esto de Beijing.